lunes, 24 de septiembre de 2007

Un viaje

“Qué tren de mierda” pensó (¿o dijo?) Juan. Fue más que nada una frase cotidiana que lo devolvió, por un segundo, a pensamientos cotidianos. Por supuesto no tenía ningún sustento, incluso los pensamientos en los que se había hundido lo habían empapado de una pegajosa pero confortable melancolía, y estaba tan a gusto que podía (y hasta inconscientemente había deseado que sucediera) soportar que el tren se quede, pegado a la pared que hasta hace unos segundos había estado reproduciendo esa especie de negativo infinito en cámara rápida de cables que podrían transportar energía o ser la autopista en la cual se producen los embotellamientos que, evidentemente, sufren las hormigas a causa del exceso de población en su planeta (es decir el nuestro) entre Caballito y Once. Siguió pensando que (por qué no) ese graffiti fue lo que me llevó hasta la escuela hasta el patio hasta hace cinco años hasta ese agujero que ahora se me abre en el estomago (tiene el contorno amarillo igual que el graffiti) tiene también cierta pizca de melancolía en la “A”. Cuestión de proporciones porque era una tormenta la que estaba subiendo desde la línea amarilla en el estomago hacia la garganta y esa melancolía lo había estado deleitando hasta que el tren se paró (como inconscientemente él había deseado). Qué tren de mierda, aunque mejor así, qué lindo tren este que retrasa mi encuentro con ese ambiente de mierda que es Once de ocho a veintidós treinta. Sí, reconozco que también tiene lo suyo y que más de una vez ese torbellino de gente que no para de silbar me dejó navegarlo y respirarlo y el humo incontenible y el dolor de cabeza y entonces me acuerdo de algunas cosas que se suelen olvidar y pienso mientras voy caminando hasta el subte. Pero todo lo que había surgido (por qué no) de ese graffiti no tiene nada que ver con Once de ocho a veintidós treinta, ni con este lindo tren que no se le ocurre arrancar ni aunque le agreguen otro piso y vuelve a ser el más lindo de la línea. Todo tenía que ver con el contorno amarillo del agujero, con un programa de televisión en el que se les dio por hablar de cartas, con hace algunos años, con imágenes que se van reproduciendo en un negativo infinito en cámara rápida, y ayer estaba allá y hoy acá y mañana más para allá y el negativo sigue reaccionando a la luz que tan bien hacemos rebotar mientras, escucho, una hormiga se queja también de los medios de transporte.

juan!

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